Crónica de una muerte estelar anunciada (Elige tu propia estrella Parte 4)*
- Perdita Moon
- 19 ago 2022
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 16 sept 2022
El final de la vida de una estrella masiva es realmente explosivo.
*Esta serie de entradas son un homenaje a la serie de libros Elige tu propia aventura, que tan buenos ratos depararon a mi alter-ego terrícola en su juventud.


Evolución de tu estrella masiva. Crédito: NASA/Goddard Space Flight Center
Muy bien. De entre todas las opciones, te has decidido por una de las espectaculares estrellas masivas. No te has podido resistir: ¡Es tan brillante! ¡Tan caliente, tan grande, tan azul! No importa que se trate de una estrella muy temperamental, ni las advertencias de que no durará mucho tiempo. A fin de cuentas, también te han prometido que la experiencia será inolvidable.
Desde luego, la gente te envidiará: Estrellas como ésta no son muy habituales, menos cuanto mayor es su masa. La razón es sencilla: Queman su combustible (el hidrógeno en su núcleo) muy rápidamente, a fin de evitar el colapso debido a su gran masa. Por este motivo, son un artículo de lujo que no está al alcance de cualquiera.
Una cebolla estelar
Como estaba previsto, en apenas unos pocos millones de años, tu estrella empieza a experimentar cambios: Se va haciendo más grande y más roja. De acuerdo con los libros de cuidado de estrellas que sacaste de la biblioteca municipal, esto significa que el hidrógeno casi se ha agotado en el núcleo estelar, que ahora está hecho esencialmente de helio. El núcleo se está encogiendo y calentando debido a la incapacidad de la estrella de contrarrestar la atracción gravitatoria. Por el contrario, sus capas externas se están expandiendo a causa del calor, y su superficie se encuentra tan lejos del centro que la temperatura allí ha disminuido mucho.
Tu estrella ya era grande, pero ahora es enorme: Su tamaño puede llegar a ser varios centenares de veces mayor que el del Sol. ¡Su radio es mayor que la órbita del planeta Júpiter!

Comparación del tamaño de una supergigante roja (Betelgeuse) y el Sistema Solar. Crédito: ALMA (ESO/NAOJ/NRAO)/E. O’Gorman/P. Kervella
A partir de este momento, tu supergigante roja es como un corazón latiendo: Detiene su crecimiento, permaneciendo estable por un breve espacio de tiempo, mientras su tamaño disminuye ligeramente y su color se vuelve un poco más amarillento; y luego vuelve a aumentar y enrojecerse, solo para estabilizarse de nuevo, y así sucesivamente.
Además, este latido se va acelerando, cada paso más rápido que el anterior. Sospechas que ello se debe a que el núcleo está fusionando nuevos elementos, creando carbono a partir de helio, oxígeno a partir del carbono y silicio a partir del oxígeno. Bajo la superficie, tu estrella debe parecerse a una cebolla, con varias capas que queman elementos distintos.
Antes de que te des cuenta (dos millones de años como mucho), tu estrella debe de haber desarrollado un núcleo de hierro. Y temes que ése sea el final. Pues no hay forma de que la estrella pueda usar el hierro para producir energía sin ayuda externa.

Hacia el final de su vida, el interior de tu estrella masiva recordará a una cebolla. Crédito: Pablo Carlos Budassi (vía Wikimedia Commons). Traducción de la autora.
La traca ¿final?
Sin un modo de contrarrestar la gravedad, el núcleo estelar debe de estar encogiéndose sin remedio. No hay manera de mantener la integridad de los núcleos atómicos de hierro por mucho tiempo… Muy pronto todos están rotos, y los protones y electrones se combinarán para formar neutrones. La presión aumentará hasta niveles insoportables, y entonces….
¡¡¡Buuuuuum!!!

Una supergigante roja explota como supernova. Crédito: W. M. Keck Observatory/Adam Makarenko
Tu estrella se hace pedazos en una violenta explosión, los jirones de gas se esparcen por el espacio. Se ha liberado tanta energía que descubres, para tu sorpresa, que se han formado nuevos elementos químicos, más pesados. ¡Incluso uranio!
Lo único que queda es una nube de gas que se expande a grandes velocidades… ¡No, espera! ¡Mira en el centro! Puede que no todo esté perdido… ¿Cuánta masa decías que tenía tu estrella?
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